La Rábita Califal de las dunas

El yacimiento de la Rábita Califal,  fue descubierto a finales del siglo XIX por el Ingeniero de Montes D. Francisco Mira y Botella, el director de los trabajos de repoblación forestal de las dunas de Guardamar. En las labores de reforestación descubrieron unas estructuras de piedra, que contenían una lápida con inscripciones escritas en árabe antiguo. Pero no es hasta el 1984 cuando se realizan las excavaciones del yacimiento que  podemos contemplar en la actualidad. Poco después de ser descubierto fue declarado BIC, Bien de Interés Cultural, con categoría de Zona Arqueológica, por la Generalitat Valenciana. Se trata de un yacimiento de época andalusí, único y excepcional en todo el mundo islámico occidental.

El propio nombre de este conjunto arqueológico nos describe sintéticamente este hallazgo. Por una parte, la palabra “Rábita” es una castellanización del término árabe ribât, el cual hace referencia a construcciones en las que además de acoger a peregrinos y viajeros, se difundía el islam. Por otra parte, la palabra “califal” hace referencia al periodo histórico en el que se construyó, es decir, hacia el siglo IX durante el Califato Omeya, periodo de gran expansión del islam por la Península Ibérica, y cuya capital residía en Córdoba.

La lápida fundacional

El hallazgo de Francisco Mira y Botella consistió en una lápida de arenisca roja que conmemoraba la fundación de una mezquita en el año 944 d. C., bajo el mandato del califa Abd Ar-Harman III. Su traducción dice así:

“En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso. No hay más dios que Alá. Mahoma es el enviado de Dios. Se acabó esta mezquita en el mes de la moharra del año treinta y tres y tres cientos. Ordenó (re)construirla Ahmad b Bululú van Zar, el que confía en Dios y busca la recompensa divina, por medio de Muhammad Abu Salamá van. Obra de van Marian van Al Baña”.

La lápida original se encuentra en la actualidad el Museo Arqueológico de Murcia; sin embargo, en el lugar donde estaba situada la original, hoy se encuentra una réplica.

 Funcionalidad 

 Las rábitas en el mundo musulmán tienen una funcionalidad compleja, distintos usos, pero sometidos todos ellos al más importante: el retiro espiritual en comunidad y la transmisión de ideas religiosas de carácter místico. El sufismo impregna estas construcciones en las que, por una parte, los morabitos se dedican a la vida contemplativa en una parte del edificio, mientras tanto, en otra parte, se acoge a peregrinos y viajeros que se trasladan hasta este lugar. De este modo pueden compartir rezos y conocimientos de las distintas corrientes coránicas con los morabitos que aquí viven. Además, en la zona sacra la familia mecena de esta congregación podrían realizar su retiro espiritual en un lugar apartado. Pero todos los moradores de esta rábita compartirían el rezo del viernes en comunidad en la mezquita de mayor tamaño de este complejo religioso, al cual también estarían invitado los vecinos de poblaciones cercanas al ribat.

Otros usos que se suponen propios de la rábita serían, el comercial y el del control de la costa. El emplazamiento estratégico en un lugar elevado cercano a la desembocadura del río Segura, posibilitaba la creación de una escala en las rutas comerciales marítimas e interiores a través del río. Además, las rábitas estarían a disposición de la yihad islámica y se usarían como puestos de vigía de las peligrosas costas mediterráneas. Además, de este modo se vigilaba contra un posible ataque enemigo de la capital de la Cora de Tudmir (Orihuela), ya que el Segura era una vía navegable hasta dicha ciudad.

Estructura externa

 Las estructuras de este conjunto religioso, visibles hoy en día, están vinculadas a la lápida descubierta por Francisco Mira, pero a su vez oculta los restos de otra fase más antigua y de organización espacial más caótica. La fase que tenemos ante nosotros la componen 23 celdas oratorio adosadas unas a otras, dos habitaciones complementarias y una mezquita. Todas estas estancias se articulan en torno a dos calles y se agrupan en tres áreas diferentes: área sacra, área de acogida de peregrinos y el área del cenobio, donde viven los monjes que componen la congregación estable de esta rábita. Este conjunto religioso tiene dos entradas, una exclusiva para los visitantes, muy cercana a la única celda oratorio que tiene la puerta de acceso orientada hacia el exterior, por lo cual podría ser la celda del santón de la congregación, donde los fieles podrían acceder libremente sin interferir a la tranquila vida monacal que se desarrollaba en el interior de esta rábita. La otra puerta se encuentra mirando a levante. El acceso por esta puerta se realizaría a través de una estancia previa.

No obstante, en la actualidad, parte del yacimiento de la rábita sigue enterrado bajos las arenas, por lo que en el futuro se podrán ampliar los conocimientos existentes sobre este lugar.

Estructura interna

 Tanto las celdas oratorio como la mezquita tienen una estructura similar, aunque la funcionalidad y capacidad de las estancias varíe. Las celdas oratorio tienen una estructura rectangular de no más de 8 metros de longitud por 3 de ancho, con una puerta de acceso y con su respectivo muro de la quibla y su mihrab. La quibla sirve para orientar correctamente la oración de los fieles, y el mihrab es una pequeña capilla abovedada en saliente, lugar desde donde el Imán dirige el rito y que, además de tener una potente carga espiritual para los musulmanes, ha servido tradicionalmente para ampliar la voz del oficiante.

La mezquita también tiene estructura rectangular, con muro de quibla y mihrab, pero con unas dimensiones muy superiores. La componen dos naves perpendiculares a la quibla, una pequeña estancia anexa y 5 puertas de acceso. Todas las estancias tendrían pequeños ventanucos que iluminarían tenuemente el espacio.

Las celdas oratorio, aunque hoy tengan sus paredes de piedra vista, estaban enlucidas con barro y encaladas. Hay que exceptuar, no obstante, las de mayor importancia que siguen estando enlucidas, pero con mortero de cal, mucho más resistente. Sobre el enlucido de cal se han conservado pequeños ejemplos de la decoración pintada que tendrían algunas celdas; bandas con motivos vegetales o geométricos que recorrerían las estancias delimitando el zócalo inferior de las mismas y enmarcarían el mihrab, otorgándole mayor protagonismo a este espacio. Por consiguiente, la decoración de estas estancias sería muy sencilla, reforzando así la idea de religiosidad y misticismo.

En el área sacra las celdas oratorio son de mejor calidad y mayor tamaño que el resto. Aquí residían los donantes y guías espirituales de este monasterio, de ahí que tengan mejor calidad constructiva. Pero en esta área destaca por encima de la demás una celda, la denominada MIII. Esta habitación destaca por sus dimensiones, por su estado de conservación, por el diseño y por los materiales de construcción. Esto demuestra la importancia de la persona o personas que ocuparían este espacio. Esto se deduce por todo lo descrito y sobre todo porque tiene dos elementos diferenciadores; uno, en el saliente exterior que genera el mihrab de esta celda, se sitúa la lápida fundacional que descubrió el ingeniero Mira; y, segundo, es la única que tiene una segunda puerta pequeña de carácter ritual.

Objetos encontrados

El hallazgo de esta rábita fue extraordinario, por su singularidad, ya que es el primer ejemplo de este tipo de construcciones religiosas en la Península Ibérica. Pero las excavaciones dirigidas R. Azuar, descubren multitud de objetos dispersos por todo el yacimiento. Gran parte de estos objetos estaban completos y en un buen estado de conservación. Este hecho se da en muy pocas excavaciones, puesto que generalmente la arqueología investiga núcleos de población que han sido abandonados de manera organizada y paulatina. En todos estos casos, los arqueólogos descubren tan solo objetos olvidados inconscientemente u ocultos (casos bastante raros) o los desechos que no quisieron llevarse.

Por lo tanto, todo esto demuestra que este lugar se abandonó precipitadamente, seguramente por la acción de un terremoto a principios del siglo XI. Este hecho se documenta arqueológicamente en las excavaciones de la Rábita y por las crónicas de Al-Uldri, quien habla de la devastadora acción de un terremoto después del año 404 de la Hégira (13 de Julio de 1013 a 2 de Julio de 1014). Este súbito abandono permitió que se encontrasen muchos objetos enteros y algunos incluso ubicados en su situación de uso.

Los objetos encontrados son propios de las vajillas y utensilios cerámicos utilizados para el uso diario, es decir: candiles, jarras, marmitas, orzas, arcaduces, anafes, ataifores y redomas, etc. Además, hay otros objetos de carácter religioso, como son los restos de rosarios compuestos por bolitas de arcilla o espinas de pescado.

Las inscripciones

 La rábita de Guardamar alberga en su interior multitud de ejemplos de caligrafía árabe antigua. La más importante es la que alberga la lápida fundacional, así como otra lápida más antigua y menos conocida.

Además, los piadosos musulmanes que residieron en esta Rábita, así como los peregrinos que la visitaron, dejaron el recuerdo de su estancia mediante unas sencillas inscripciones realizadas en la pared. La presencia de los morabitos se señala en las inscripciones con la siguiente fórmula: “entró en esta rábita”. El significado de estas palabras tiene que ver con el sentido de haber cumplido el deber religioso del Ribat y el piadoso ejercicio de la defensa del islam.